¿Quién no ha soñado con irse de vacaciones
a las paradisíacas islas Maldivas? Estas islas (1 192 en total) ubicadas en el
Océano Índico forman la República de las Maldivas, al suroeste de Sri Lanka y
la India, y al sur de Asia. Estamos hablando de uno de los lugares más hermosos
del planeta, en donde el contacto con la naturaleza y el relax están
asegurados, por lo que es ofrecido como unos de los destinos turísticos más
atractivos en el mundo. No obstante, viajar en los siguientes años a este
rincón soñado ya no será posible, puesto que el mandatario de este país está
buscando mudar a toda a su nación.
Debido al incremento del nivel del mar, a
los huracanes, a las inundaciones y a los tsunamis, estas islas están permanentemente
amenazadas; y como es sabido, estos fenómenos naturales se presentan cada vez
más seguido y con mayor intensidad. Ante esta situación, lo mejor es retirarse
porque la inclemencia de la naturaleza no diferencia si existen o no seres
humanos. El problema de su presidente, Mohammed Nasheed, es: ¿a dónde mudarse?
El mandatario de 41 años anda, según el
diario británico “Guardian”, muy preocupado en determinar qué hacer con los más
de 300 mil habitantes de su nación. Tras asumir el mando luego de que su
antecesor, Maumoon Abdul Gayoom, se haya atornillado en el poder por 30 años,
su proyecto es único en el mundo y desde ya ha anunciado austeridad total en su
país para financiar lo que se viene, pues deben comprar tierras para ocuparlas.
Nasheed es conciente de que no va a poder
hacer frente a los efectos del cambio climático, es por eso que debe prevenir a
su pueblo de mayores catástrofes. La población de Maldivas solo vive en 200 de
las 1 192 islas, en las cuales, muchas construcciones se ubican a tan solo un
metro o menos sobre el nivel del mar. Un aumento leve del nivel de los mares
sería el inicio del final. El dinero para la “mudanza del país” debe provenir
del turismo. Más de 600 000 turistas visitaron el país en el 2007.
El ingreso por turismo representa más del
30% del total de su producto bruto interno (PBI), así cada año, según lo
planeado por su presidente, el país reservará un porcentaje del PBI para la
mudanza. Una empresa sumamente ambiciosa que asombra a muchos y que se hace
necesaria ante el panorama mundial.
Pero, ¿a dónde?
Existen ya algunas posibilidades.
Entrarían en el bolo, por un lado, India y Sri Lanka debido a que se asemejan a
las Maldivas en cuanto al clima; por otro lado, Australia también, debido a que
este país se encuentra pobremente poblado (21 millones de habitantes en 7.5
millones de kilómetros cuadrados). El problema consiste en saber a ciencia
cierta si los países aceptarían “adoptar” nuevos ciudadanos.
La India combate desde hace años la
sobrepoblación y la miseria por lo que al parecer negaría cualquier oferta.
Australia es conocida por su férrea y dura política migratoria, pese a que su
actual primer ministro, Kevin Ruud, aprobó —a mitad del 2008— diversas normas
que facilitarían la inmigración y las políticas de asilo. No obstante, el país
de los canguros también se halla inmerso en una ardua lucha contra los efectos
del cambio climático. Nasheed afirma que su propuesta ha tenido buen eco y que
ha sido aplaudida en el ámbito internacional, sin embargo, adicionalmente, su
gobierno debe enfrentar diversos problemas internos.
Y es que las crecientes diferencias entre
los pobres y ricos, así como la tasa de desempleo, se ciernen como obstáculos
que pueden interferir en los planes del mandatario de las hasta ahora islas de
ensueño. Asimismo, Nasheed asumió el cargo hace pocos meses (octubre del 2008)
y debe lidiar con un país que estuvo sometido al dictador Gayoom. Pero, tal vez
pueda utilizar su buena carta de presentación (es denominado como el “Nelson
Mandela” asiático) para recibir ayuda internacional. Y sí que la va a necesitar
puesto que según los expertos de la ONU para el 2100 se estima que el nivel del
mar aumentará entre 25 y 58 centímetros. ¡Suerte!
¿Agua para todos?
De las Maldivas me traslado a Egipto para
analizar tangencialmente qué sucede en dicho país con respecto a la
disponibilidad del recurso hídrico, una situación que en el Perú también nos
debe alertar, pues es conocido que Lima y El Cairo son dos de las metrópolis
que, por estar ubicadas en desiertos, podrán padecer, en el futuro, severos problemas
debido a la falta de agua. Ante la frase que circula por todos lados de que las
futuras guerras serán libradas, ya no por territorios o religiones, sino por el
agua, debemos tomar en cuenta de que no se trata de una exageración, sino de la
cruda y seca realidad.
En el 2007 se registraron problemas en
diversos sectores de Egipto, en donde los especuladores no dudaron en subir el
precio del líquido elemento creando conflictos y roces que pudieron acabar en
desgracia. Parte de los problemas en el país de las pirámides se debe a la
falta de sistemas de saneamiento y a las altas temperaturas que se registran en
verano. Muchos poblados a orillas del Nilo se ven obligados a tomar agua
directamente del mismo río (imaginen a los limeños en la misma escena con el
Rímac).
Los problemas en Egipto se dan debido a
que los manantiales se contaminan con aguas residuales causando enfermedades
estomacales e infecciosas. Se estima que cerca de cinco millones de egipcios
(lo que equivale al 6% de la población total, estimada en 80 millones) viven
sin suficiente acceso al agua potable. Algo realmente dramático teniendo en
cuenta que el 90% de la superficie del país es desierto y que gran parte de la
población se concentra justamente allí, es decir, en el Alto Egipto y en el
delta del río Nilo.
Además, el antiguo reino de los faraones
debe combatir el ritmo incesante de nacimientos (estimado en un millón de
egipcios al año) lo que incrementa el difícil acceso al agua potable. Incluso
ya se registran problemas en los barrios residenciales en El Cairo en este
aspecto. No obstante, como en muchos lugares, los más perjudicados son los
pobres, los cuales se encuentran a merced de los especuladores y de las mafias.
Lamentablemente, eso no es todo, puesto que también se registra un aumento del
agua salada en diversos terrenos cultivables debido a la salinización y al
avance del mar.
Y ya para terminar con este rosario de
desgracias, al igual que en otros rincones del planeta, el calentamiento global
pone sus granos (toneladas) de arena, ya que provoca una erosión visible en
toda la costa. Así, la ONU estima que cerca de ocho millones de egipcios (casi
la población limeña) podrán convertirse en desplazados cuando el nivel del mar
aumente en más de un metro. Actualmente se vienen construyendo en Alejandría
bloques de cemento para contener el agua salada que ha devorado sus playas.
Insisto, todo esto no sucede a nuestras
espaldas, acá en el Perú ya sufrimos los embates de los efectos del cambio
climático. La reducción de la superficie de nuestros glaciares, las fuertes
lluvias con sus consecuentes huaycos, inundaciones propiciados por la imparable
deforestación y la colonización de terrenos inapropiados, la desertificación y
salinización de las tierras agrícolas y los crecientes problemas debido a la
posesión del agua como los que protagonizan Arequipa, Moquegua y Tacna, así
como Lambayeque y Piura por los proyectos del Alto Piura y Olmos.
A ver cómo reaccionamos, pues no creo que
alguien nos quiera acoger cuando tal vez tengamos que migrar por la escasez de
agua y por los efectos imparables del calentamiento global.
Artículo publicado el 28 de diciembre de
2008 en la versión online de la Revista Viajeros:
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