Nuestro vecino Brasil viene implementando
una serie de medidas en su vasto territorio amazónico a fin de demostrar que la
conservación de la diversidad biológica y la expansión industrial pueden
convivir. En el estado centro norteño de Pará, el secretario de Estado de Medio
Ambiente viene desarrollando un plan que intenta manejar la selva amazónica
como una concesión, la cual puede paralelamente generar ganancias y conservar
el medio ambiente. Tras la certeza de que en el país carioca la deforestación
del bosque es severa y que incluso no respeta las zonas protegidas, así como
que la ganadería extensiva y la plantación de soya están haciendo estragos en
la Amazonía, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha decidido poner freno a
la desaparición de la selva tropical más grande del planeta. Por lo menos así
parece.
Una de las medidas adoptadas por los
brasileros es el uso de tecnología satelital e incluso de aviones rastreadores
para obtener en tiempo real lo que acontece en la selva amazónica. El material
fotográfico y audiovisual que se obtiene documenta con exactitud la destrucción
de cerca del 20% del actualmente 3,65 millones de km² extenso bosque amazónico.
No obstante, pese a que se asume que del último año a la fecha, la
deforestación ha aumentado dramáticamente, no se sabe definitivamente cómo ha
sido dicha tendencia. Tal situación ha originado que el Gobierno se contradiga
con los datos al respecto y que incluso hayan habido discusiones entre Lula y
su (en ese entonces) ministra de Medio Ambiente.
Cambios Ministeriales
Hasta mediados de mayo del 2008, Lula tuvo
como ministra en dicha cartera a Marina Silva, quien renunció a dicho cargo
debido a “encontrones” con el presidente brasilero. Silva ha sido recolectora
de caucho, dedicó su vida política a la defensa del medio ambiente e incluso
trabajó con el líder ecologista Chico Mendes. En el 2003, Silva asumió el ministerio
a pedido de Lula y era considerada como una de las personas de confianza del
presidente. Sin embargo, debido a que el mandatario le fue volcando su
confianza a otros ministerios responsables de fomentar el desarrollo en la
Amazonía, la relación entre él y su ministra se fue desgastando.
Silva se opuso a varios proyectos de
infraestructura que consideraba perjudiciales para la preservación de la selva
amazónica, y en enero de este año culpó a las plantaciones y a la ganadería
extensiva de ser las responsables de la deforestación de esta zona tan
importante para el planeta. Lula le respondió que era prematuro culpar a la
industria. Según el diario “El País” de España, la salida de Silva pone en duda
la actual política gubernamental de desarrollo económico de Brasil, ya que se
teme que dicha política pase por encima de las cuestiones ambientales.
Según el diario español, algunas de las
razones que condicionaron la salida de Silva serían por un lado, que la ex
ministra era vista como un punto de resistencia a las inversiones por buscar
siempre que se tome en cuenta el tema ambiental. Por otro lado, existía la
presión de otros ministros, de algunos diputados y —en especial— del poderoso
sector agroindustrial brasilero para retirarla del cargo. Esto debido a que la
ex ministra negó en varias ocasiones las licencias a obras como carreteras y
centrales hidroeléctricas en la Amazonía hasta que estas no aseguraran poseer
todas las garantías ambientales.
La obtención de dichos requisitos podía
demorar mucho por lo que se le acusaba de frenar el desarrollo del país. La
gota que derramó el vaso de agua fue cuando el poderoso lobby agroindustrial
dirigió toda su artillería pesada contra Silva tras la aprobación de leyes para
limitar la deforestación. Las presiones acabaron con la ministra. En junio de
este año se designó como ministro al economista Carlos Minc, el cual reúne, al
parecer, los atributos necesarios para apaciguar los ánimos de los ecologistas
(él mismo es miembro de movimientos ecologistas desde los 70 y creador del
Partido Verde) y la capacidad para desburocratizar el ministerio en la
concesión de las licencias ambientales.
Durante la visita de la canciller alemana
Angela Merkel al país carioca en mayo del 2008, la ex ministra dijo que la
cantidad de territorio deforestado es mayor a la de años anteriores, disparando
contra los madereros y los agroindustriales; y claro, contra el gobierno de
Lula. El mandatario, sin embargo, dijo que tal situación no era cierta y que
incluso se registra que las cuotas de deforestación seguían siendo bajas.
Esperando agosto
En el octavo mes del presente año se
espera tener los datos precisos del seguimiento satelital. Así, se podrá saber
qué es lo que pasa realmente. Y es que Brasil juega un rol importante ante el
cuestionamiento mundial por saber si un país tropical puede industrializarse
respetando la naturaleza y sobre otros puntos importantes relacionados al
binomio conservación y desarrollo. Es así como en su política de desarrollo, el
país de la samba exige que los países poseedores de una alta diversidad
biológica reciban los beneficios de su uso. Además, tiene un papel
preponderante sobre la determinación del uso de los cuestionados
biocombustibles.
La consigna del Gobierno Brasilero durante
la Conferencia sobre Diversidad Biológica (realizada en mayo de este año en
Bonn, Alemania) fue defender que la agroindustria refuerza la conservación de
las especies biológicas. Esta posición (cuestionable y al parecer
contradictoria) es argumentada a través de la generación de grandes extensiones
de tierra para los biocombustibles y para la plantación de soya (transgénica en
su gran mayoría), así como en la creación de áreas naturales protegidas. En
este último punto, Brasil recibe apoyo económico internacional, sin embargo no
acepta recomendaciones o restricciones sobre aquellas áreas, lo que pone en
duda sus reales intenciones.
Pará para el mundo
Asimismo, durante la conferencia
desarrollada en Bonn, el secretario de Estado de Medio Ambiente de la región de
Pará (que tiene una extensión de 1 253 164,5 km², casi como la de Perú), Valmir
Gabriel Ortega, presentó su plan, mediante el cual pretende convertirse en el
pionero de una tendencia progresista de la política medioambiental en su país.
Ortega ve en la selva no solo la inmensa extensión y su riqueza biológica, sino
que afirma que esta debe dar dividendos económicos para que pueda sobrevivir,
es decir, para que pueda ser conservada. Su idea se fundamenta en una
“síntesis” de ecología e industria. Por el contrario, Lula prefiere hablar solo
de desarrollo.
El estado de Pará tiene el más alto índice
de deforestación en la amazonía brasilera y según Ortega solo unos cuantos
reciben beneficios monetarios por dicha actividad. Es por eso que los
pobladores locales deben recibir una suma de dinero por conservar los bosques,
sino la deforestación no se detendrá. Asimismo, para Ortega la Amazonía solo
tiene un chance de mantenerse si sus clientes (o sea toda la humanidad)
finalmente pagan por los servicios que hasta ahora han recibido gratis.
Así, en esta vasta región brasilera se
encuentran algunas poblaciones que intentan vivir del bosque para no tener que
deforestarlo. Se aprovechan los frutos, se comercializa parte del material
forestal a través de un manejo responsable y se venden artesanías en base
también a algunas plantas. No obstante, pese a la ayuda internacional destinada
al desarrollo local, las ganancias son bajas. Los pobladores afirman que los
taladores son cada vez más ricos y ellos cada vez más pobres. Esa es la cruda
realidad.
Con esto, Ortega se reafirma en que en las
políticas mundiales de conservación debe darse un giro total que apunte a que
países como Brasil reciban ganancias a través de la conservación de sus
recursos biológicos. No hay otra. La propuesta de Ortega consiste también en
cambiar totalmente la política productiva de la región a través del
ofrecimiento a la comunidad internacional de conservar los servicios
ambientales de la Amazonía y del establecimiento de un área natural protegida
de 10 millones de hectáreas. Como compensación, los otros países deben pagar
mucho más por la madera, soya y carne vacuna para asegurar la conservación del
medio ambiente. Esto con la idea de producir menos y por ende no necesitar más
tierras forestales.
Habrá que ver qué decide Lula. En Brasilia
se prepara la zonificación del país para saber qué territorios pueden ser
utilizados para las plantaciones de azúcar, soya y para la ganadería vacuna; y
qué otros deben ser conservados. Ante el requerimiento de la comunidad internacional
(principalmente europea) de exigirle a Brasil que reemplace la agroindustria
por prácticas más ecológicas, Lula se hace “el loco”.
¿Cómo terminará esta historia? Debemos
estar pendiente de su desenlace, pues existe una semejanza reconocible con lo
que sucede en el Perú. Automáticamente se les puede catalogar a Ortega de
“romántico” y a Lula de “depredador”, no obstante, creo que se debe buscar el
punto medio y actuar de una vez en buscar soluciones que nos beneficien y que
aseguren el buen uso y conservación de nuestros recursos naturales.
Artículo publicado el 3 de setiembre de
2008 en la versión online de la Revista Viajeros:
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