sábado, 13 de junio de 2009

PARA PROTEGER LA AMAZONÍA: BRASIL BAJO LA LUPA

Nuestro vecino Brasil viene implementando una serie de medidas en su vasto territorio amazónico a fin de demostrar que la conservación de la diversidad biológica y la expansión industrial pueden convivir. En el estado centro norteño de Pará, el secretario de Estado de Medio Ambiente viene desarrollando un plan que intenta manejar la selva amazónica como una concesión, la cual puede paralelamente generar ganancias y conservar el medio ambiente. Tras la certeza de que en el país carioca la deforestación del bosque es severa y que incluso no respeta las zonas protegidas, así como que la ganadería extensiva y la plantación de soya están haciendo estragos en la Amazonía, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha decidido poner freno a la desaparición de la selva tropical más grande del planeta. Por lo menos así parece.

Una de las medidas adoptadas por los brasileros es el uso de tecnología satelital e incluso de aviones rastreadores para obtener en tiempo real lo que acontece en la selva amazónica. El material fotográfico y audiovisual que se obtiene documenta con exactitud la destrucción de cerca del 20% del actualmente 3,65 millones de km² extenso bosque amazónico. No obstante, pese a que se asume que del último año a la fecha, la deforestación ha aumentado dramáticamente, no se sabe definitivamente cómo ha sido dicha tendencia. Tal situación ha originado que el Gobierno se contradiga con los datos al respecto y que incluso hayan habido discusiones entre Lula y su (en ese entonces) ministra de Medio Ambiente.

Cambios Ministeriales

Hasta mediados de mayo del 2008, Lula tuvo como ministra en dicha cartera a Marina Silva, quien renunció a dicho cargo debido a “encontrones” con el presidente brasilero. Silva ha sido recolectora de caucho, dedicó su vida política a la defensa del medio ambiente e incluso trabajó con el líder ecologista Chico Mendes. En el 2003, Silva asumió el ministerio a pedido de Lula y era considerada como una de las personas de confianza del presidente. Sin embargo, debido a que el mandatario le fue volcando su confianza a otros ministerios responsables de fomentar el desarrollo en la Amazonía, la relación entre él y su ministra se fue desgastando.

Silva se opuso a varios proyectos de infraestructura que consideraba perjudiciales para la preservación de la selva amazónica, y en enero de este año culpó a las plantaciones y a la ganadería extensiva de ser las responsables de la deforestación de esta zona tan importante para el planeta. Lula le respondió que era prematuro culpar a la industria. Según el diario “El País” de España, la salida de Silva pone en duda la actual política gubernamental de desarrollo económico de Brasil, ya que se teme que dicha política pase por encima de las cuestiones ambientales.

Según el diario español, algunas de las razones que condicionaron la salida de Silva serían por un lado, que la ex ministra era vista como un punto de resistencia a las inversiones por buscar siempre que se tome en cuenta el tema ambiental. Por otro lado, existía la presión de otros ministros, de algunos diputados y —en especial— del poderoso sector agroindustrial brasilero para retirarla del cargo. Esto debido a que la ex ministra negó en varias ocasiones las licencias a obras como carreteras y centrales hidroeléctricas en la Amazonía hasta que estas no aseguraran poseer todas las garantías ambientales.

La obtención de dichos requisitos podía demorar mucho por lo que se le acusaba de frenar el desarrollo del país. La gota que derramó el vaso de agua fue cuando el poderoso lobby agroindustrial dirigió toda su artillería pesada contra Silva tras la aprobación de leyes para limitar la deforestación. Las presiones acabaron con la ministra. En junio de este año se designó como ministro al economista Carlos Minc, el cual reúne, al parecer, los atributos necesarios para apaciguar los ánimos de los ecologistas (él mismo es miembro de movimientos ecologistas desde los 70 y creador del Partido Verde) y la capacidad para desburocratizar el ministerio en la concesión de las licencias ambientales.

Durante la visita de la canciller alemana Angela Merkel al país carioca en mayo del 2008, la ex ministra dijo que la cantidad de territorio deforestado es mayor a la de años anteriores, disparando contra los madereros y los agroindustriales; y claro, contra el gobierno de Lula. El mandatario, sin embargo, dijo que tal situación no era cierta y que incluso se registra que las cuotas de deforestación seguían siendo bajas.

Esperando agosto

En el octavo mes del presente año se espera tener los datos precisos del seguimiento satelital. Así, se podrá saber qué es lo que pasa realmente. Y es que Brasil juega un rol importante ante el cuestionamiento mundial por saber si un país tropical puede industrializarse respetando la naturaleza y sobre otros puntos importantes relacionados al binomio conservación y desarrollo. Es así como en su política de desarrollo, el país de la samba exige que los países poseedores de una alta diversidad biológica reciban los beneficios de su uso. Además, tiene un papel preponderante sobre la determinación del uso de los cuestionados biocombustibles.

La consigna del Gobierno Brasilero durante la Conferencia sobre Diversidad Biológica (realizada en mayo de este año en Bonn, Alemania) fue defender que la agroindustria refuerza la conservación de las especies biológicas. Esta posición (cuestionable y al parecer contradictoria) es argumentada a través de la generación de grandes extensiones de tierra para los biocombustibles y para la plantación de soya (transgénica en su gran mayoría), así como en la creación de áreas naturales protegidas. En este último punto, Brasil recibe apoyo económico internacional, sin embargo no acepta recomendaciones o restricciones sobre aquellas áreas, lo que pone en duda sus reales intenciones.

Pará para el mundo

Asimismo, durante la conferencia desarrollada en Bonn, el secretario de Estado de Medio Ambiente de la región de Pará (que tiene una extensión de 1 253 164,5 km², casi como la de Perú), Valmir Gabriel Ortega, presentó su plan, mediante el cual pretende convertirse en el pionero de una tendencia progresista de la política medioambiental en su país. Ortega ve en la selva no solo la inmensa extensión y su riqueza biológica, sino que afirma que esta debe dar dividendos económicos para que pueda sobrevivir, es decir, para que pueda ser conservada. Su idea se fundamenta en una “síntesis” de ecología e industria. Por el contrario, Lula prefiere hablar solo de desarrollo.

El estado de Pará tiene el más alto índice de deforestación en la amazonía brasilera y según Ortega solo unos cuantos reciben beneficios monetarios por dicha actividad. Es por eso que los pobladores locales deben recibir una suma de dinero por conservar los bosques, sino la deforestación no se detendrá. Asimismo, para Ortega la Amazonía solo tiene un chance de mantenerse si sus clientes (o sea toda la humanidad) finalmente pagan por los servicios que hasta ahora han recibido gratis.

Así, en esta vasta región brasilera se encuentran algunas poblaciones que intentan vivir del bosque para no tener que deforestarlo. Se aprovechan los frutos, se comercializa parte del material forestal a través de un manejo responsable y se venden artesanías en base también a algunas plantas. No obstante, pese a la ayuda internacional destinada al desarrollo local, las ganancias son bajas. Los pobladores afirman que los taladores son cada vez más ricos y ellos cada vez más pobres. Esa es la cruda realidad.

Con esto, Ortega se reafirma en que en las políticas mundiales de conservación debe darse un giro total que apunte a que países como Brasil reciban ganancias a través de la conservación de sus recursos biológicos. No hay otra. La propuesta de Ortega consiste también en cambiar totalmente la política productiva de la región a través del ofrecimiento a la comunidad internacional de conservar los servicios ambientales de la Amazonía y del establecimiento de un área natural protegida de 10 millones de hectáreas. Como compensación, los otros países deben pagar mucho más por la madera, soya y carne vacuna para asegurar la conservación del medio ambiente. Esto con la idea de producir menos y por ende no necesitar más tierras forestales.

Habrá que ver qué decide Lula. En Brasilia se prepara la zonificación del país para saber qué territorios pueden ser utilizados para las plantaciones de azúcar, soya y para la ganadería vacuna; y qué otros deben ser conservados. Ante el requerimiento de la comunidad internacional (principalmente europea) de exigirle a Brasil que reemplace la agroindustria por prácticas más ecológicas, Lula se hace “el loco”.

¿Cómo terminará esta historia? Debemos estar pendiente de su desenlace, pues existe una semejanza reconocible con lo que sucede en el Perú. Automáticamente se les puede catalogar a Ortega de “romántico” y a Lula de “depredador”, no obstante, creo que se debe buscar el punto medio y actuar de una vez en buscar soluciones que nos beneficien y que aseguren el buen uso y conservación de nuestros recursos naturales.

Artículo publicado el 3 de setiembre de 2008 en la versión online de la Revista Viajeros:

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