Corales de agua fría en la Antártida. En aguas frás, el dioxido de carbono se disuelve más rápido y fácil, por ende, el agua se vuelve más ácida. Foto: J. Gutt/ W. Dimmler/ AWI/ MARUM. |
Si bien para las afirmaciones anteriores solo he tomado los datos de un informe sobre lo que acontece en una franja de 30 kilómetros en la zona oeste de Estados Unidos, realizado por investigadores del Pacific Marine Environmental Laboratory en Seattle, aparecido en el magazín “Science”; dichos resultados pueden darnos algunas luces sobre lo que acontece en el planeta. Las pruebas de agua, tomadas desde las costas canadienses hasta México en el Océano Pacífico, fueron realizadas en los primeros meses del presente año, aprovechando que en esa temporada las aguas profundas se acercan al continente.
No nos debe asombrar que tal situación se esté dando, si hace 250 años que el hombre viene emitiendo una cantidad descontrolada (y en aumento) de CO2 en la atmósfera, siendo la consecuencia de tal actividad el calentamiento global. Los efectos podrían ser más severos sino fuese por la gran cantidad de dióxido de carbono que es absorbido por los mares del planeta. Se calcula que desde la industrialización a la fecha, los océanos han captado en sus aguas un tercio del total del CO2 emitido por las actividades humanas.
Si esto es así, se refuerza la teoría de que las aguas marinas se han acidificado; y un medio más ácido del normal puede ser muy dañino para algunos organismos marinos. Los caparazones, los exoesqueletos y las conchas se debilitan por la lenta descomposición de dichas estructuras que protegen a una gran diversidad faunística en los mares. Asimismo, el plancton también puede sucumbir ante esta situación; y con esto, se produce un daño en los primeros eslabones de la cadena trófica del mar, lo cual puede alterar el equilibrio total, pues estos organismos son el alimento de los peces y mamíferos marinos.
En el estudio anteriormente nombrado hay un dato que también preocupa. Las aguas profundas analizadas presentan una antigüedad de 50 años por lo que se desprende que el proceso de acidificación es retardado. Esto implica que las futuras aguas profundas ascendentes en algún momento reflejarán el aumento constante de CO2 en la atmósfera. Como suele suceder en varios aspectos, muchos efectos y consecuencias de nuestras actividades actuales no las percibimos ahora, pero en años siguientes seguramente nos “pasarán la factura”; y lo peor de todo es que dejaremos un planeta colapsado cuando muchos de nosotros ya estemos a punto de dejar el barco en medio del desastre.
Futuro ácido
En el referido estudio se pronostica que las próximas aguas profundas que lleguen a las costas serán más ácidas. Hace 50 años se registraba en la atmósfera un nivel de CO2 de 310 ppm (partes por millón), según los diferentes estudios realizados en territorios de nieves perpetuas. Actualmente, dicha cifra es de 380 ppm. Algunos científicos están temiendo consecuencias negativas, no obstante, uno de los principales problemas a enfrentar ante este escenario es que no se sabe exactamente qué otros efectos puedan presentarse. Tampoco se sabe con seguridad cuál es el nivel de tolerancia de los organismos a este cambio en el agua marina.
La acidificación de los mares se registra principalmente en los polos y en aguas profundas. Con el tiempo, tal situación puede trasladarse a los trópicos e iniciar una reacción en cadena de consecuencias terribles. Una de ellas es la progresiva desaparición de los corales y con ellos de una serie de peces y animales que allí se han desarrollado, con el impacto posterior en el ser humano, tanto en su alimentación y en actividades productivas como el turismo. Asimismo, muchas islas pobladas se protegen de las inclemencias del mar a través de los corales. Si estos desaparecen, estarían más expuestos a fenómenos naturales.
Una de las interrogantes que se plantea en este tema es si los corales, algas y otros organismos marinos podrán adaptarse a este cambio. Se ha demostrado que algunas algas marinas que se reproducen constantemente por partición (es decir, que de un alga original se van desprendiendo nuevas algas) estarían genéticamente capacitadas a sobrevivir en aguas más ácidas. Empero, otros organismos que conforman el plancton marino no podrían adaptarse, lo que implicaría su lenta desaparición.
Osteoporosis marina
Para desarrollar caparazones y conchas se necesita un medio alcalino, es decir aquel en donde predomina la cal en sus variaciones químicas. Es así como, bajo esas condiciones, se ha mantenido el agua de los océanos. Ante el aumento de la concentración de los radicales ácidos, la cal simplemente se disuelve en el agua y con esto, la protección de los organismos empieza a degradarse, tal como sucede cuando la osteoporosis se presenta: los huesos empiezan a debilitarse y son menos resistentes, quebrándose con facilidad.
Y adicionalmente, ya el aumento de la temperatura del agua en los océanos acelera la desaparición de parte del plancton. La suma de estas dos consecuencias del accionar humano nos debe poner en alerta. Si bien lo expuesto parece algo muy lejano que no nos va a causar mucho daño, es hora de tomar conciencia de lo que estamos haciendo con el planeta. El cambio de la temperatura es evidente y aunque por estos días puede parecer agradable porque el clima nos da días de sol, preocupa que cada vez los efectos del calentamiento global sean más notorios.
Mientras escribo esta nota, durante los días de festividad patria, me quedo observando a un grupo de despistadas hormigas que han salido de sus cuarteles de invierno ante el aumento de temperatura. No es usual que estos insectos estén rondando en esta época del año. Sus organismos han registrado seguramente la variación en la temperatura. A gran escala, lo que está aconteciendo en el mundo debido al cambio climático, modifica día a día los patrones de conducta de muchos organismos vivos; favorece a algunos, pero perjudica a otros.
Así como las cosas en el mar y en la tierra están variando, nuestras mentes deben buscar soluciones que combatan la situación actual. Ya debemos ir preparándonos para afrontar las debacles que se vienen venir y
para no andar desorbitados y errantes como las pobres hormiguitas que pululan por mi escritorio.
Artículo publicado el 31 de julio de 2008 en la versión online de la Revista Viajeros:http://www.viajerosperu.com/articulo.asp?cod_cat=4&cod_art=1046
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