Al referirnos al trópico, muchos pensamos en un clima agradable para pasar unos días de descanso o tal vez nos imaginamos el lugar perfecto para vivir en el paraíso. También pensamos en el mar cálido, las palmeras y los atardeceres de ensueño en esas playas de agua turquesa hasta donde llegan los bosques. Esa podría ser la idea que se tiene sobre el trópico, sin embargo hoy en día las cosas están cambiando. El territorio comprendido en lo que se denomina la zona tropical está delimitado por el Trópico de Cáncer al norte y el Trópico de Capricornio al sur. Es decir, partiendo desde la línea ecuatorial, tanto para el norte como para el sur, debemos “avanzar” 23°27’ para “salirnos” de esta parte del planeta de gran diversidad biológica.
Como referencia, el Perú está ubicado en plena zona tropical. Según el portal web Geografía del Perú, la parte más “norteña” del país está en la zona de Güeppi en Loreto, en los 0°01’48’’, y la porción más “sureña” está en Tacna, en los 18°21’03’’. Lima está ubicada en los 12°03’, es decir, en pleno trópico, aunque no parezca. Y es que generalmente se asocia a los trópicos con densos bosques lluviosos, pero dentro de ellos se ubican también zonas áridas que colindan con regiones potencialmente amenazadas como el suroeste de Estados Unidos, parte de las costas mediterráneas, el centro de Asia, el sur de Australia; y en menor grado, el territorio sudamericano.
Dada la situación actual en el planeta, en la cual son evidentes los efectos del calentamiento global, tales como la disminución de los hielos en los polos, el aumento del nivel del mar, y las variaciones extremas de los climas locales; a ella se le debe sumar otro efecto preocupante: la extensión de los trópicos hacia los polos. Esto no significa que los bosques se están expandiendo, sino que los desiertos crecen y avanzan. El “cinturón” tropical del planeta está “engordando”, según los científicos del National Oceanic and Atmospheric Administration Lab de Maryland. Los resultados aparecidos en la revista “Nature Geoscience” revelan que esto ha sucedido más rápido de lo que se había pronosticado.
Para los científicos, no son relevantes las fronteras geográficas, sino más bien los límites de las zonas climáticas. Expertos estadounidenses encontraron que desde 1979 a la fecha, los trópicos se extendieron entre 2 y 4,8 grados. Esto significa una extensión que fluctúa entre los 220 y 530 kilómetros en ambas direcciones (norte y sur). Para determinar esta situación, se utilizaron los datos de las mediciones satelitales de la cantidad de ozono y la temperatura en la atmósfera, así como de la radiación solar y de la circulación del aire en esta parte del planeta.
Pero, según los científicos, el calentamiento global no es el único factor que determina esos cambios. La disminución de la capa de ozono, así como las variaciones en el evento de El Niño tienen que ver con lo que viene sucediendo. Así también, para otros investigadores, el principal culpable de esta situación es el hombre, una vez más.
¿Y cómo así el hombre?
En un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) del 2007, se alertó de un avance acelerado de los desiertos, lo que podría ocasionar que en los siguientes diez años, cerca de 50 millones de personas pierdan sus hogares. En algún momento, se acusó a la globalización de ser la causante de la inmigración de millones de personas del hemisferio sur hacia el norte del planeta en búsqueda de oportunidades. Sin embargo, al parecer, estos movimientos migratorios se deben más que todo al avance del desierto.
Como referencia, el Perú está ubicado en plena zona tropical. Según el portal web Geografía del Perú, la parte más “norteña” del país está en la zona de Güeppi en Loreto, en los 0°01’48’’, y la porción más “sureña” está en Tacna, en los 18°21’03’’. Lima está ubicada en los 12°03’, es decir, en pleno trópico, aunque no parezca. Y es que generalmente se asocia a los trópicos con densos bosques lluviosos, pero dentro de ellos se ubican también zonas áridas que colindan con regiones potencialmente amenazadas como el suroeste de Estados Unidos, parte de las costas mediterráneas, el centro de Asia, el sur de Australia; y en menor grado, el territorio sudamericano.
Dada la situación actual en el planeta, en la cual son evidentes los efectos del calentamiento global, tales como la disminución de los hielos en los polos, el aumento del nivel del mar, y las variaciones extremas de los climas locales; a ella se le debe sumar otro efecto preocupante: la extensión de los trópicos hacia los polos. Esto no significa que los bosques se están expandiendo, sino que los desiertos crecen y avanzan. El “cinturón” tropical del planeta está “engordando”, según los científicos del National Oceanic and Atmospheric Administration Lab de Maryland. Los resultados aparecidos en la revista “Nature Geoscience” revelan que esto ha sucedido más rápido de lo que se había pronosticado.
Para los científicos, no son relevantes las fronteras geográficas, sino más bien los límites de las zonas climáticas. Expertos estadounidenses encontraron que desde 1979 a la fecha, los trópicos se extendieron entre 2 y 4,8 grados. Esto significa una extensión que fluctúa entre los 220 y 530 kilómetros en ambas direcciones (norte y sur). Para determinar esta situación, se utilizaron los datos de las mediciones satelitales de la cantidad de ozono y la temperatura en la atmósfera, así como de la radiación solar y de la circulación del aire en esta parte del planeta.
Pero, según los científicos, el calentamiento global no es el único factor que determina esos cambios. La disminución de la capa de ozono, así como las variaciones en el evento de El Niño tienen que ver con lo que viene sucediendo. Así también, para otros investigadores, el principal culpable de esta situación es el hombre, una vez más.
¿Y cómo así el hombre?
En un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) del 2007, se alertó de un avance acelerado de los desiertos, lo que podría ocasionar que en los siguientes diez años, cerca de 50 millones de personas pierdan sus hogares. En algún momento, se acusó a la globalización de ser la causante de la inmigración de millones de personas del hemisferio sur hacia el norte del planeta en búsqueda de oportunidades. Sin embargo, al parecer, estos movimientos migratorios se deben más que todo al avance del desierto.
Las principales causas de que el desierto avance rápidamente son la crianza desordenada de ganado, así como la utilización de grandes territorios para la agricultura extensiva en base a irrigaciones que pretenden “verdear” el desierto. Estos elementos logran con el tiempo y el mal manejo del suelo modificar terrenos secos en desiertos. Adicionalmente, el problema empeora con el cambio climático, el cual hace más fuertes los periodos de sequía y los hace más frecuentes.
Cerca del 40% de todos los territorios en el planeta son zonas secas, y gran parte de dichas zonas pueden convertirse en desiertos. Estas regiones albergan varios millones de personas, y si no se toman medidas urgentes, es posible que se den olas migratorias dejando atrás suelos totalmente degradados a la merced del avance del desierto. El hombre no toma en serio este gran problema. A eso, se ha logrado determinar que debido a la implementación de algunas economías de mercado libre que requieren de grandes cantidades de productos, se ha intensificado el uso desmesurado del suelo para satisfacer la demanda, con el consiguiente agotamiento acelerado de la tierra; lo cual propicia finalmente el avance del desierto.
El mercado manda
La gran demanda internacional de alimentos anula, en muchos casos, la posibilidad del uso diversificado de los suelos a nivel local. A dicha situación, se le suma la posibilidad del uso de transgénicos (su producción es muy alta en comparación con cultivos “normales”). Por lo tanto, las economías locales se deben rendir a las grandes demandas de los emporios internacionales. Los monocultivos y los que se hacen a gran escala demandan gran cantidad de agua y el uso de pesticidas, así como de fertilizantes; y una vez que agotan el suelo y su producción baja por la mala calidad del suelo, se mudan y se van a otro lado, dejando un terreno improductivo.
Las posibles soluciones a este problema pueden a su vez traer otras dificultades. Intentar “verdear” las zonas áridas, promover el turismo ecológico y fomentar una reforestación, así como una agricultura más diversa; pueden en un principio frenar el avance del desierto (y de manera paralela combatir el calentamiento global). No obstante, únicamente plantar árboles no ayuda necesariamente, pues, para tal fin, se necesita el riego. Y justamente, el agua puede escasear en estas zonas generando otros conflictos. Es por eso que urge analizar científicamente qué es lo mejor para la tierra y para las poblaciones que habitan en esas zonas.
Nuestro país está en el trópico y cuenta con zonas áridas. No las menospreciemos ni tratemos de “verdear” todo. Asimismo, es necesario “replantear” algunos usos agrícolas, como por ejemplo la siembra del arroz en algunos valles costeros que no disponen de muchas fuentes de agua. Así, el uso indiscriminado de los suelos y de fertilizantes favorece y aceleran cambios negativos como la salinización y la erosión, permitiendo el avance del desierto. No todo lo que en un momento se convierta en verde se quedará de ese color para siempre.
Artículo publicado el 13 de abril de 2008 en el Suplemento Semana del Diario El Tiempo de Piura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario